top of page

El Juguete Rabioso

 



El juguete rabioso

 

Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. […] En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento dentro de lo falso.

 

                                                                                                                                GUY DEBORD, La sociedad del espectáculo

 

La función de un juguete en la sociedad contemporánea no debe sobrepasar los límites de la benevolencia y el divertimento. Sin embargo, a muchas personas se les ha antojado ver el lado oscuro de estos artefactos, al hacer coincidir lo trágico y lo lúdico de manera acertada. Su carácter muchas veces industrial se suma a su escalofriante naturaleza. Las diferentes formas en las que puede verse concretado un juguete apuntan a una omnipresencia preocupante. De ahí que sobren las ensoñaciones sobre su perversidad.

 

Por otra parte, el arte actualmente adquiere cada vez más el valor de una mercancía de lujo, puede llegar a pensarse en una evolución natural de los objetos extremadamente caros de la industria del entretenimiento. Su lógica de producción es cada vez más industrial y fastuosa, de cierto modo obsesionada con la fama, de cierto modo obediente de los medios masivos, los cuales atrapan nuestra atención en un gran espectáculo al que se le nota por momentos la mueca de la sobreproducción y el ridículo.

 

Decididos a equiparar el terreno del arte contemporáneo con un fenómeno tan estandarizado como el “jugueteril”,[1] cualquier asunto fuera de este margen se hace  una rareza extravagante capaz de convertirse en un “juguete rabioso”, un objeto que ha perdido  su esencia, su carácter y su función dentro de un contexto específico, pero que en todo caso es muy particular, de alguna manera ingenuo, hilarante y atroz. El espíritu de la exposición tiene que ver con esta anomalía, con el gusto por la iconoclastia y la conjunción de lo cómico y lo trágico. Los artistas seleccionados pertenecen a diferentes generaciones y se expresan en disímiles medios, pero los aglutina su propensión a la renuncia, a la dispersión del centro promovedor del circuito del arte, a desertar de la lógica de producción dominante, a una orientación conceptual tan peculiar en cada pieza que les dificulta convertirse en factorías comerciales. Aunque no estamos hablando de malditismo alguno, sino de que lo anterior puede haber pasado a cualquiera de ellos una cuenta promocional. 

 

La presencia de artistas de varias generaciones, incluyendo los más jóvenes, son prueba de la continuidad de una tradición difícil de definir, pero que tal vez tenga que ver con el gusto por la arqueología de la cultura, con el carácter incisivo, con una especie de empeño en el acto de la creación que excede las posibilidades de una muestra personal o el fichaje de una galería. Sin ánimos de fomentar tesis y taxonomías en el arte cubano, la muestra pretende reunir lo que para varias personas dentro del medio podría ser relevante. Afirmar que El juguete rabioso de Roberto Arlt[1] está en el centro del canon de la literatura argentina, así como decir que la selección de artistas  de “el juguete rabioso” (exposición) está impresa en lo perdurable del arte cubano, puede ser tan arbitrario como cierto.

         

                                                                                                                                                                 Abel González

 

 

 

 

 

 

 

 

 

bottom of page